sábado, 29 de marzo de 2014

PESADILLA

Noviembre de 2014 - Mención Especial en Narración - 2do Certámen de Cuento, Narración y Poesía, organizado por la Comisión de Cultura del Consejo Consultivo de la Comuna 11, Cuidad de Buenos Aires, Argentina.



PESADILLA

C
uando se acercó, se dio cuenta de que los perros estaban junto al cadáver.
Observó la escena a varios metros de distancia. Aún estaba agitado por la carrera, y no quería llamar la atención de la jauría. No podía creer lo que veía y estalló en llanto con espasmos incontrolables. Todo su cuerpo lloraba sin consuelo.
Se despertó muy agitado esa mañana; una pesadilla lo había atormentado en el tránsito por el último sueño. Le costó mucho abrir los ojos. Finalmente pudo saltar del camastro y terminar con el sufrimiento. Se fue vistiendo entre el olor a rancio y los ronquidos del padre. Sus ropas se mezclaban con los cuerpos de sus hermanos dormidos.
El sol todavía no alumbraba lo suficiente; se lo percibía desteñido y frío.
Miraba todo con los ojos bien abiertos y las pupilas dilatadas. Aún con la angustia de la pesadilla, intentaba focalizar cada cuerpo a modo de registro y de reconocimiento.
Unos perros ladraron. Su padre dejó de roncar y los niños se movieron en sus colchones. Oyó pasos y corridas en el corredor de la villa. Unos tiros dispersos. Los perros desaforados, que no dejaban de ladrar, tropezaban entre ellos al pasar por delante de la casa.
Se calzó las zapatillas sin atarlas, y salió con la sensación intacta que tuvo al despertarse: miedo. Por delante de él pasaron tres pibes; los conocía de vista y algunos escuetos saludos. Corrían y vociferaban palabras incomprensibles.
Sin saber por qué, él también empezó a correr y se sumó al grupo de muchachos tratando de comprender qué era lo que estaba pasando. A la carrera le pasaron un chumbo y le avisaron que estaba cargado; que disparara apenas viera pasar a la mina; que los había robado, que había que bajarla antes que siguiera. Que se abriera a la izquierda que ellos lo harían a la derecha. –¡Dale flaco, metele caño!
Apenas dobló en la esquina, agudizó los sentidos. El miedo le hacía escuchar hasta los aleteos de las moscas. No pensaba. Trataba de hacerlo, pero no lograba hilvanar sus pensamientos; solo obtenía visiones fotográficas: su pesadilla, el olor de la pieza, sus hermanos durmiendo, los ronquidos del padre…
En la semioscuridad divisó una figura que atravesaba el callejón siguiente. Los perros y los demás se oían por otro lado. Tomó más velocidad, se acercó a la esquina, se cubrió, y disparó a la distancia.
Seguro de haberle dado, escuchó el alarido de la joven y enseguida oyó acercarse a los demás junto a los perros ladrando. Estaba yendo al lugar cuando lo atajaron los otros y le dijeron que no lo haga, que se vaya a su casa lo más pronto posible, que se guarde por un tiempo.
Así lo hizo. Tiró el arma en el zanjón y volvió como una flecha a la pieza. Lo recibió su padre, desesperado porque no encontraban a su hermana. El día ya estaba clareando.
No haciendo caso a las terribles sospechas que albergaba en su mente, calmó a su padre y salió a la carrera nuevamente.
Cuando se acercó, se dio cuenta de que los perros estaban junto al cadáver, el cadáver de su hermana.

Copyright © 2014 Laura de la Peña
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1 comentario:

  1. TREMENDAMENTE REAL, CUANTAS VECES SUCEDERA ESTO.
    COMO SIEMPRE EXCELENTEMENTE ESCRITO.

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¡Hola! Ante todo gracias por haberte tomado esos minutos para leerme.
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