Noviembre de 2014 - Mención Especial en Narración - 2do Certámen de Cuento, Narración y Poesía, organizado por la Comisión de Cultura del Consejo Consultivo de la Comuna 11, Cuidad de Buenos Aires, Argentina.
PESADILLA
C
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uando se acercó, se
dio cuenta de que los perros estaban junto al cadáver.
Observó la escena a
varios metros de distancia. Aún estaba agitado por la carrera, y no quería
llamar la atención de la jauría. No podía creer lo que veía y estalló en llanto
con espasmos incontrolables. Todo su cuerpo lloraba sin consuelo.
Se despertó muy agitado esa mañana; una pesadilla lo había atormentado en
el tránsito por el último sueño. Le costó mucho abrir los ojos. Finalmente pudo
saltar del camastro y terminar con el sufrimiento. Se fue vistiendo entre el
olor a rancio y los ronquidos del padre. Sus ropas se mezclaban con los cuerpos
de sus hermanos dormidos.
El sol todavía no alumbraba lo suficiente; se lo percibía desteñido y
frío.
Miraba todo con los ojos bien abiertos y las pupilas dilatadas. Aún con
la angustia de la pesadilla, intentaba focalizar cada cuerpo a modo de registro
y de reconocimiento.
Unos perros ladraron. Su padre dejó de roncar y los niños se movieron en
sus colchones. Oyó pasos y corridas en el corredor de la villa. Unos tiros
dispersos. Los perros desaforados, que no dejaban de ladrar, tropezaban entre
ellos al pasar por delante de la casa.
Se calzó las zapatillas sin atarlas, y salió con la sensación intacta
que tuvo al despertarse: miedo. Por delante de él pasaron tres pibes; los
conocía de vista y algunos escuetos saludos. Corrían y vociferaban palabras
incomprensibles.
Sin saber por qué, él también empezó a correr y se sumó al grupo de
muchachos tratando de comprender qué era lo que estaba pasando. A la carrera le
pasaron un chumbo y le avisaron que estaba cargado; que disparara apenas viera
pasar a la mina; que los había robado, que había que bajarla antes que
siguiera. Que se abriera a la izquierda que ellos lo harían a la derecha.
–¡Dale flaco, metele caño!
Apenas dobló en la esquina, agudizó los sentidos. El miedo le hacía
escuchar hasta los aleteos de las moscas. No pensaba. Trataba de hacerlo, pero
no lograba hilvanar sus pensamientos; solo obtenía visiones fotográficas: su
pesadilla, el olor de la pieza, sus hermanos durmiendo, los ronquidos del
padre…
En la semioscuridad divisó una figura que atravesaba el callejón
siguiente. Los perros y los demás se oían por otro lado. Tomó más velocidad, se
acercó a la esquina, se cubrió, y disparó a la distancia.
Seguro de haberle dado, escuchó el alarido de la joven y enseguida oyó
acercarse a los demás junto a los perros ladrando. Estaba yendo al lugar cuando
lo atajaron los otros y le dijeron que no lo haga, que se vaya a su casa lo más
pronto posible, que se guarde por un tiempo.
Así lo hizo. Tiró el arma en el zanjón y volvió como una flecha a la
pieza. Lo recibió su padre, desesperado porque no encontraban a su hermana. El día
ya estaba clareando.
No haciendo caso a las terribles sospechas que albergaba en su mente,
calmó a su padre y salió a la carrera nuevamente.
Cuando se acercó, se dio cuenta de que los perros estaban junto al
cadáver, el cadáver de su hermana.
Copyright © 2014 Laura de la Peña
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TREMENDAMENTE REAL, CUANTAS VECES SUCEDERA ESTO.
ResponderEliminarCOMO SIEMPRE EXCELENTEMENTE ESCRITO.